Liderazgo y organización en tiempos de teletrabajo

Diciembre de 2019 marcará para siempre un antes y un después en nuestra sociedad. Aún lejos de conocer el alcance de dichos cambios en nuestro día a día, sí podemos afirmar que nos plantea una nueva realidad que, muy probablemente, haya venido para quedarse.

Así, debemos asumir que el teletrabajo y las reuniones a distancia, van a suponer un porcentaje muy elevado de la nueva realidad y que, por tanto, nuestra forma de relacionarnos también deberá adaptarse a dichas circunstancias.

En este sentido, las formas de organización tradicionales y los mecanismos de control de la productividad personal  –cuya eficacia ya se cuestionaban antes de la crisis sanitaria– van a resultar obsoletas.

Es decir, aún en el mejor de los casos, en que previamente ya tuviéramos un sistema de organización y control bien establecido, con estructuras claras y jefaturas bien definidas, nos vemos abocados a la transformación.

La figura del líder, si bien siempre ha resultado relevante, resulta ahora imprescindible por dos razones fundamentales:

La primera es por el papel que juega como modelo de conducta, ejemplo a seguir en sus actuaciones y comportamientos. No hace falta decir que, si aquel que se erige como líder no se caracteriza por un comportamiento ético y moral, acorde a los valores del servicio público, nos encontraremos con unos seguidores que progresivamente perderán su motivación y entre los que calará un fuerte sentimiento de injusticia organizativa.

La segunda es por su capacidad de promover una identidad compartida, un sentimiento de pertenencia a una unidad más grande que uno mismo, lo que genera entre los seguidores actitudes altruistas y desinteresadas hacia el colectivo. Esta tarea es sumamente interesante en tiempos de teletrabajo, momentos en que la desvinculación con el colectivo va en aumento y donde la incerteza por la situación potencia actitudes egoístas (resulta lógico defender lo propio ante las amenazas, pero la clave está en identificar al grupo como si de lo propio se tratara).

En este sentido, queremos ofreceros algunos consejos:

  1. Escoge cuidadosamente a tus líderes. Tradicionalmente se ha creído que un líder nace y no se hace, pero las últimas tendencias apuntan a que es posible aprender a ser un líder. Es posible que los líderes que necesitas no coincidan actualmente con los jefes que actualmente tienes. No te preocupes: identifica a aquellos que comparten los valores que coinciden con los de tu organización y potencia sus aptitudes de liderazgo. Importante: ser líder no tiene porqué implicar siempre ejercer mando. Invítalos a que programen y dirijan reuniones, a que expongan claramente sus ideas y propuestas entre el grupo, que diseñen iniciativas, proporciona espacios (hoy por hoy, virtuales) en los que los líderes puedan poner en común y socializar sus formas de actuación y sus experiencias (cómo actué ante cierta situación, qué alternativa escogí), etc.
  2. Revisa tus estructuras. Los momentos de cambio siempre son una oportunidad. Difícilmente volverás a encontrarte ante una situación como la actual y es importante no dejarla pasar sin más. Aprovecha para cuestionarte el modelo (organizativo, de jefatura, de funcionamiento..) establecido y piensa si otro modelo resultaría más eficiente. Ten en cuenta que a partir de ahora necesitarás estructuras permeables (no podrás contar con los equipos/unidades al completo y deberás reforzarte con recursos de otros equipos/unidades), jefaturas reales (esto es jefes que ejerzan de jefes, y a poder ser de líderes auténticos, más allá del nombramiento), funcionamiento flexible (ahora más que nunca, ante la ausencia obligada de ciertos recursos, la polivalencia del resto se vuelve prioritaria). Recuerda que los cambios están más que justificados.
  3. Diseña y defiende proyectos compartidos. Cada vez que puedas, supera los límites marcados por tu estructura organizativa, diseñando proyectos compartidos y transversales en los que participen diferentes equipos. Aunque en este momento resulta más sencillo pues tenemos el objetivo común de afrontar la crisis, en general, este tipo de práctica siempre resulta beneficiosa. Y lo es tanto para la organización, pues se enriquece y se da más valor a los proyectos al aunar conocimientos multidisciplinares, como para los participantes, los cuales tienen la oportunidad de observar otras formas de trabajar, de ampliar sus conocimientos y de integrar otros puntos de vista en sus esquemas mentales.
  4. Asegúrate que todo el mundo tenga claras sus funciones y sus responsabilidades. Esto que parece tan obvio, a veces no lo es tanto. Muchos de nuestros empleados/as seguramente realizaban, hasta el inicio del confinamiento, tareas de gestión del día a día, muchas de las cuáles hayan decaído o disminuido en este periodo, o quizás simplemente hayan cambiado. Esto quiere decir que quizás sea necesario realizar una redistribución de tareas o nuevas asignaciones de funciones, o simplemente aclarar en qué punto se encuentran las cosas. Considera que todos los seres humanos necesitamos directrices claras en cuánto a que se espera de nosotros para poder actuar en consonancia.

Finalmente, si crees que ahora no es el momento de cambiar nada, te ofrecemos un último consejo: observa y anota las necesidades y problemas que se han planteado durante esta crisis y aguarda al momento adecuado para realizar los cambios necesarios para que no vuelva a repetirse.
Recuerda que la nueva realidad ha venido para quedarse.

 

Y tú, ¿qué piensas?